DESNUTRICION EN LATINOAMERICA

La desnutrición en América Latina
La información más reciente de la prevalencia de desnutrición a nivel de país, revela que en las naciones latinoamericanas entre 10 y 11 millones de niños a nivel preescolar experimentan bajo peso al nacer. Aún más, 15 millones de infantes se ven afectados por desnutrición moderada y de tercer grado. La com-paración entre países varía por diferencias en tiempo, definición y precisión de estimados nacionales. Aun así, no hay duda de que el grueso de la desnutrición se encuentra en pocos países con grandes poblaciones (Brasil y México), con sustanciales concentraciones de pobreza (Bolivia, Guatemala, Haití, Perú) o con ambas. Un ejemplo de ello es la prevalencia de bajo peso al nacer, que excede el 30% en Brasil, Guatemala y Haití, y que está por debajo de 10% sólo en Chile, Costa Rica, Jamaica, Paraguay y Uruguay (Philipe Musgrove, 1993, pp. 23- 45).
Es ampliamente reconocido que la desnutrición en América Latina es un problema generalizado, particularmente entre niños de edad preescolar (onu, 1989), que el crecimiento económico por sí solo será insuficiente para eliminar el problema; que existen otros medios más rápidos y eficaces para combatir la desnutrición, y que entre esos medios existen programas que proveen complementos nutricionales, educación y cuidado a la salud de niños vulnerables y a sus familias. Estas condiciones sugieren la necesidad de entender qué esfuerzos se están realizando en la región para reducir la desnutrición por medio de los programas mencionados.
Durante la primera mitad de esta década, el Banco Mundial realizó una investigación sobre 104 programas de distribución de alimentos en 19 de los 22 países que integran la región de América Latina y el Caribe. Dichos programas presentan una cobertura estimada de 100 millones de beneficiarios y un gasto total de 1 600 mi-llones de dólares anuales (Banco Mundial, 1993, p. 45).
Los resultados de la investigación demostraron que la mayor parte de los programas nunca han sido evaluados en función de su efecto en la salud, el estado nutricional, la asistencia o el rendimiento escolar, y además que sólo logran pequeñas mejoras nutricionales por la escasa o nula focalización de los beneficiarios y la falta de inclusión de otros componentes no alimentarios (por ejemplo de educación y la salud). Además, se detectó que un factor esencial, la participación comunitaria en la gestión y evaluación de los programas, estuvo generalmente ausente.
Por último, la evidencia obtenida del estudio muestra que el nivel corriente de gasto destinado a estos programas podría bastar por sí solo para reducir considerablemente la prevalencia de desnutrición en la región. Lo anterior se desprende de que el bm estima que si el gasto se centrara en proporcionar cerca de 35 dólares por beneficiario al año, considerando esta cantidad como adecuada para un programa eficaz de nutrición, sería posible beneficiar a alrededor de 46 millones de personas. Esta cantidad es 6 veces el número estimado de niños desnutridos de toda América Latina y el Caribe. Así pues, se deduce que la desnutrición infantil continúa existiendo no sólo por falta de programas de nutrición, sino por la ineficiencia de gran parte de los que se aplican actualmente.
Por las razones anteriores, es preciso remodelar los programas con una mejor definición y focalización de los beneficiarios entre los grupos más vulnerables, la inclusión de otros componentes educativos y de salud, y una evaluación de los resultados y su efecto en la desnutrición.

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